Soy una persona que algunos podrían catalogar como “workaholic”, porque lo que más disfruto hacer resulta que también es mi trabajo. Es por esto que casi nunca estoy de vacaciones y, aún cuando llego a salir de vacaciones, me llevo mi trabajo conmigo. Lo malo de esto es el estrés que me genera diariamente, además de que nunca me doy tiempo de descansar. Esta no es la primera vez que la vida me obliga a bajar el ritmo y relajarme. Normalmente lo hace mandándome una fiebre intensa, dolor de garganta o dolores de cabeza; cualquiera de esas tres me tumba en la cama unos días y me demuestra que realmente sí se podía parar y que lo que estaba haciendo a las 3am no era tan urgente ni indispensable.
Consideraba que ya había aprendido y un poco antes de que acabara el mundial, durante el cual estuve trabajando intensamente (pero feliz), decidí que terminando me tomaría unas merecidas vacaciones para demostrarle a la vida que ya había aprendido. No sólo llevaba intensidad laboral sino también futbolística: veía, trabajaba y jugaba fútbol prácticamente toda la semana. Terminaba de trabajar 7pm y jugaba en las noches al menos 4 veces por semana. Es cansado, incluso para alguien que ama tanto este deporte como yo. Estaba agotado y la vida se dio cuenta.
Martes 17 de julio a las 10:10 de la noche una “plancha” sobre mi pierna derecha colocada en el ángulo perfecto tronó mi peroné. El dolor más fuerte que he sentido hizo que perdiera la conciencia un segundo y regresara tirado en el campo sintético para darme cuenta de que era suficiente, de que no podría seguir con ese ritmo y de que venían los tiempos más difíciles a nivel personal y emocional. Le grité hasta de qué se iba a morir al jugador contrario, sólo para darme cuenta de que no llegó con mala intención, sólo llegó tarde, una vez que pude ver el video de la cámara de las canchas.
Lo demás es historia. Una vez más llegar al hospital, esperar, radiografías, esperar, evaluación, esperar, veredicto: cirugía, la octava en mi vida para ser exactos. No quería volver al quirófano, pero evidentemente yo no decido eso. Después de la operación comienza la recuperación y cuando la anestesia se disipa y sugiere que lo peor ya pasó, comienzan los ataques de dolor que hacen que el dolor de la fractura se quede corto. Mucho medicamento y mucho sueño. Regreso a casa sólo un par de días antes de partir una semana a Acapulco con mi familia a esas vacaciones que ya teníamos contempladas, para alejarnos de todo y descansar, pero al parecer las planeamos demasiado tarde.
Aún le doy vueltas y quiero buscarle una razón, un porqué a la decisión de la vida pero creo que la única respuesta es entender que nadie toma esas decisiones; que nadie te “manda” una desgracia; que no hay una “gran lección” detrás de todo y que no somos “especiales” porque nos tocó a nosotros, así como no estamos exentos de que nos pase algo así algún día. Las cosas pasan por pura física y nosotros lo llamamos “suerte”, “destino” o “vida”. Pero aunque sea ridículo, y sea una fractura menor, y haya cosas y casos peores y yo esté aquí escribiendo para desahogar el sentimiento, insisto en encontrarle sentido, y si el sentido ya no es “bajarle el ritmo”, entonces tal vez sea tan simple como: hoy estoy roto, pero cuando sane, al menos esa parte de mí se volverá indestructible,. Ahí está tu sentido y destino: romperte, recuperarte y volverte indestructible, al menos hasta que otra parte de ti se rompa.
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Gracias por sus ojos, tiempo y comentarios. Esto lo hago con el fin personal de sacar lo que se queda escondido en mi cabeza, así como compartir lo que soy y pienso, mostrándome a través de un medio totalmente ajeno a mí. Espero resuene en alguien más y pueda ser de ayuda de alguna manera.